Siempre me sorprende y reconforta la conexión que existe entre una madre y su bebé que aún está por nacer. Son dos personas que nunca se han visto pero ya tienen una relación tan especial, llena de amor y ternura. Durante los nueve meses en que va creciendo la tripa, la madre la acaricia, siente cada patadita, sueña con su bebé. Es un momento mágico de la vida de una madre, una etapa que pasa muy rápido y luego siempre se siente una nostalgia de todas esas sensaciones y sueños que nos regalaba nuestro pequeño nadando en nuestro interior.
Gracias a esta mamá y su hija por acompañarnos a pasear frente al lago, por dejarme hacer algunas fotos. Fue tarea difícil porque mi hijo Olmo se colaba en muchas, pero al final ha quedado un recuerdo precioso. Y por los pelos, porque el nacimiento vino muy pocos días después.
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