El viaje nos seduce con la voz de una pregunta. Sin embargo,
al volver, no queremos conocer la respuesta.
Encontramos líneas que anhelan ordenar un desierto; o una
propuesta de vida más allá de la bruma; o un lago tan alto que alberga islas
flotantes. También hay caminos que no se pueden cruzar sin mirar hacia atrás;
caminos que nos dividen, irremediablemente.
Y cómo la vista se desplaza entre los planos: se va al
fondo, gira de golpe, se sorprende.
Pero al final siempre unos ojos, que son los mismos y son
los nuestros: de ellos nos separan paredes de aire.
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